Sobre Notre Dame de París

Por José Miguel Burgui (SDB)

La bellísima catedral de Notre Dame de París, comenzó a arder el día 15 de abril del 2019, cerca de las 18 horas.

Monumento muy querido y estimado por el pueblo francés, europeo y a nivel mundial.

No faltó tiempo para que llovieran del cielo millones de € para su reconstrucción y arreglo.

Muy cerca y lejos de Notre Dame, siguieron gentes pordioseras hurgando contenedores de basura, cartoneros recogiendo papel y cartón para luego venderlo y así poder echar un bocado y no morir de hambre.

Gentes pordioseras, miserables y malolientes que, de día, en bocas de metro, con su planito o vaso de plástico, no caen millones. Buscan en la noche un tugurio, una techumbre para descansar.

¿Qué nos sucede? ¿Qué nos pasa?

¡Pobre Notre Dame, sin techo! Tiene ya millones en su haber para comer y dormir, viendo sus gárgolas alegres y escupiendo el agua de los bomberos…

¡Qué suerte ser patrimonio de la humanidad!

Esta triste noticia junto con los millones donados lo aceptamos y lo asumimos con naturalidad. Está bien hecho.

Como aceptamos el gran grito de miles de gargantas que gritan: “goooool” cuando el equipo favorito marca un tanto. No escuchamos el grito de miles de personas por ayudar a ese mendigo que sestea en nuestras calles y reposa fuera y junto al estadio de nuestro club querido.

¿Qué nos pasa? ¿Qué nos sucede?

Después de esta catástrofe, no queremos un muro de lamentaciones por el templo derribado y quemado.

Sí aceptamos muros de lamentaciones por tantas gentes en miles de ciudades de la humanidad que se consumen y mueren.

Dejamos este mensaje escrito en una de las muchas ranuras de las rocas calcinadas para que alguien lo lea y dé una ayuda al pobre que llora y pide para su HUMANIDAD hundida.

El incendio de Notre Dame, el grito del gol, nos ofrecen la creación de esta parábola de la HUMANIDAD CON MAYÚSCULAS y la humanidad con minúsculas.

La visión de la catedral en llamas encogió corazones, rodaron lágrimas, estallaron llantos.

¿Encoge corazones al ver a tantos y tantos muertos de hambre por las calles de nuestras ciudades? ¿Destroza corazones, saltan lagrimas como torrentes?

Extinguido el incendio, surgieron los Epulones de hoy que ofrecieron toneladas de dineros.

Fueron los multimillonarios los primeros en dar un paso al frente para rescatar un tesoro de la humanidad.

Los grandes mercaderes corren a salvar el templo y Jesús, con su látigo, tira sus cajas y bancos monetarios. Así lo podemos ver en Mt 21. 12-17; Mc 11.15-18; Lc 19. 45-48 y Jn2.13-25.

Jesús visita el tempo de Jerusalén, el patio está lleno de ganado y hay muchas mesas de cambistas de monedas; con un látigo de cuerdas y a golpes, hizo salir al ganado y tiró las mesas de los cambistas y vendedores de palomas haciendo caer las monedas por el suelo.

También hay pequeños donantes anónimos; una viuda pobre. Lo leemos en Mc 12.41-44; Lc 21.1-6.

Jesús vio a una viuda pobre que echaba dinero en las ofrendas del templo; echó dos moneditas de cobre, de muy poco valor y les habló claro a sus discípulos diciéndoles que esa pobre viuda había echado lo que tenía para vivir y los otros lo que les sobraba.

Estos hechos de los millones donados para reconstruir el templo de Notre Dame, nos ofrece un lado obsceno.

En estas fechas de Pascua, en que muchos cristianos recuerdan y viven que un tal Señor, llamado Jesús de Nazaret, que lo mataron clavado en una cruz, por hacer el bien y que a los tres días salió vivo de la sepultura; este Dios del amor no deja de lado al inmigrante, pobre, desamparado, enfermos crónicos, ancianos y corre a salvarlos.

Fluye el dinero hacia el templo querido y abandonamos a los seres no queridos. Vuela hacia el patrimonio de la humanidad y dejamos a la HUMANIDAD que se hunda.

Esto lo aceptamos con toda naturalidad.

¿Qué diría, y sobre todo, que haría ese Dios del amor en estas circunstancias?

Leemos en el evangelio de Lucas 21, 5-11

“En aquel tiempo, algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». Ellos le preguntaron:

«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».

Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el final no será enseguida». Entonces les decía:

«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambre y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».

No quedará piedra sobre piedra.

El dinero voló a salvar a un patrimonio de la humanidad y la HUMANIDAD cae, se derrumba y muere. No hay dinero para salvar a esta HUMANIDAD pobre.

¿Qué diría y qué haría ese Dios del amor hoy ante esta catástrofe del patrimonio de la humanidad hundido y de la HUMANIDAD que se muere?

Y sus seguidores, sus discípulos, ¿Qué hacen?