Meditaciones en la montaña

Por José Miguel Burgui (SDB)

Después de la lectura del libro Historia del silencio de Alain Corbin, me retiré a la montaña y no paré de escribir con el ruido del viento, cuanto sigue.

Hoy día, el ruido nos impide escuchar y tener calma, vivir apaciguados.

Nos sometemos mansamente y sin protestas al ruido que nos circunda y así formamos parte del todo, somos normales. Este hecho nos impide llegar a disponer de algo muy importante, escucharnos a nosotros mismos, vivimos algo alterados.

¿No hablaste nunca con el trino de un pájaro en el campo? ¿Nunca escuchaste la orquesta de un ruiseñor? ¿Degustaste del toque de unas campanas de iglesia a lo lejos?

Disfruto huyendo de los ruidos urbanos, de la música a tope en coches y discotecas y me meto en la soledad del campo, donde abundan las piadas de pajaritos y algún ladrido lejano de perro.

El silencio es digno de ser oído. Contemplo el musgo y capto la belleza que encierra, llego a escuchar la hierba que crece, el zumbido de una abeja y el suave viento que mueve la hoja del cuaderno en el que escribo estas ideas, también siento en mis oídos al bolígrafo que se desliza sobre el mismo papel en el que escribo con gozo en el misterioso silencio.

Quiebra el silencio las hojas movidas por el suave viento y por el chorrillo de agua de la fuente. Hasta las piedras que guardan silencio, hablan.

La naturaleza es un depósito lleno del preciado tesoro del silencio.

¿Dónde está el tesoro del silencio? ¿Cuál es?

El silencio comunica al alma un equilibrio que uno no conoce. Nos da acceso al mundo ignoto. Nos revela una dimensión de gozos desconocidos e inexplicables.

Hay mucha gente y jóvenes más que dicen no creer en Dios.

¿Tendrá que ver algo de este hecho respecto al silencio?

Se huye del silencio, incluso se le tiene miedo, de ahí el abuso de las tecnologías, los largos ratos perdidos con la peña de amigos y ¿Cuándo gusta de la soledad el joven hoy?

No hay soledad, no hay silencio, no hay Dios.

El silencio es necesario para que Dios aparezca, esté presente y que de algún modo se experimente su existencia. A Dios se alcanza en el silencio, mediante los oídos del alma.

Hoy falta este sentido.

Disponemos de los cinco sentidos y abusamos de ellos.

Oímos muchos ruidos, no paramos de hablar; el gusto, gustitos sobrepasa nuestro ser, lo fácil, cómodo y gustoso nos domina y el tacto y olfato, ¿qué decir? Los sentidos los tenemos a tope y ¿dónde queda el sexto sentido el del oído del alma?

Carecemos del silencio interior, del silencio del espíritu, del silencio del corazón.

Guardando silencio, alcanzaremos tesoros insospechados y nunca nos arrepentiremos.

Sin el silencio andamos perdidos en las cosas y alejados de lo que nos transciende.

La verdadera vida, la que deja huella no está hecha sino de silencios. En el silencio la palabra contiene el aliento, se llena de vida.

Para tomar posesión de nuestras vidas, debemos pasar por el silencio.

Hoy hay que ser más que nunca diligentes en el escuchar y muy tardíos en el hablar, es necesario desconectarse de ruidos y de modo especial de los ruidos tecnológicas, visuales y auditivos para gozar de lo íntimo, oculto y recóndito tesoro que llevamos dentro, ¿Dios?

Tanta cháchara y móviles impiden acceder al propio interior. Bien por la tecnología, mal por el uso que de ella hacemos. Acumulamos mucha basura ya que no la expulsamos, no soltamos faltas y defectos a través del ignorado silencio.

El alma humana es un arpa silenciosa en la orquesta de Dios.

Con el silencio dejamos que se escuche esa orquesta, como no la acogemos, el alma humana se pierde en las cosas materiales. Venceríamos las pasiones si guardáramos silencios. El silencio nos permite acceder a lenguajes distintos al de las palabras, son lenguajes desconocidos, es el lenguaje del propio interior, el del más allá.

El ruido, sonidos, palabras apaga el suave fuego interior.

Dado que Dios es incognoscible, es bueno, conveniente y sin duda necesario guardar un silencio absoluto con respecto a Él.

Si un día afirmamos que existe solo habrá podido ser desde un profundo silencio. Dios habla cuando calla.

Saber guardar silencio, es tan valioso como costoso. Lo gustoso es fácil de alcanzar, no cuesta; lo bueno de calidad, sí es duro y difícil dar con él.

Si no callas, tu alma, nunca tendrá rostro. Hay realidades a las que nunca les darás valor de existencia, ¿Dios? Sí podrás valorarlo a través del camino costoso del silencio interior.

Va a ser en el silencio donde se fragua la auténtica vida del ser humano, es ahí donde se forjan las vivencias más importantes de la persona.

Las palabras tienen la gran fuerza de ahogar el pensamiento y el alma que solo se fraguan en el silencio.

El silencio nos da miedo y esto sucede hasta que no le damos acogida, cuando esto ocurre vemos que hemos descubierto un verdadero tesoro inapreciable y que estaba oculto, es algo similar a las amatistas que descubrimos dentro de la piedra que un día dimos con ella.

Callar, permite escuchar y cuando uno escucha y se escucha es en el silencio, en su alma. Es ahí donde va dejando huellas.

Si gustas del silencio, no estará lejos la realidad que nos supera, la realidad inexplicable de Dios. Atrévete a afrontarlo.

El silencio en la fantasía es un airado mastín, un lobo furioso que nos atemoriza. En la realidad, el silencio es una cándida paloma que nos reporta la paz. Ánimo, gusta de él y lo verás. Verás y experimentarás lo nunca inimaginable.

Atrévete y verás cómo en el silencio las nubes y árboles se dibujarán en los ríos y lagos y sin enterarse y verás mucho más, como vas y vamos todos los seres humanos llenos de Dios y sin saberlo. Este es el gran tesoro que llevamos dentro.

Un joven cuando le comuniqué esto último me prometió que se haría un trasplante de corazón para colocarse un corazón donde no residiera ni estuviera Dios.

Mi respuesta fue, amigo, adelante. ¿Podrás conseguirlo? El trasplante, sí, el borrar y quitar el tesoro, lo dudo, creo que no lo vas a poder conseguir, seguirá dentro. Si no lo quieres, olvídalo, no hagas nunca el mínimo silencio y no hará falta que te realices un trasplante de corazón.

Alcoy 1/II/2020 en lo alto del Preventorio.

SILENCIOS

Silencios callados,

que ocultáis tesoros

ni vistos ni oídos

con los sentidos.

Va a ser el alma

que con el silencio

hable y diga, sin palabras

cuanto soy y siento.

Silencio, sí callado,

misterio insondable

que puede escucharlo

el más sordo y ciego.

Lejos andamos

del desierto-silencio,

es amargo, es costoso

y no tiene precio.

No da gusto, no se compra,

no sirve nuestra ambición

ni sirve nuestra pena,

gratis es el silencio.

Ahí está para quien

quiera acogerlo.

Será grande la sorpresa

con el paso del tiempo.

Tecnologías, móviles,

últimas técnicas,

juegos creativos,

músicas, ¡a descansar!

Dejarán la palabra

al silencio, se verán

los ricos tesoros,

aparecerá el misterio.

Se hará presente

lo más oculto

y recóndito,

lo indecible y no dicho.

¿Dios?, lo eterno

inmortal, inmaterial

y aquello en que no vivo,

no siento ni creo.

Te sentirás libre

para elegir el camino,

nadie te obligará,

nadie, ni Dios.

Habrás dado en el clavo

de tu vida, es así

cómo tú vivirás,

con gran libertad.

Dejarás huella

por donde pases.

¡Atrévete a descubrir

el silencio!

¡Atrévete

y no tengas miedo!

Te verás tal como eres

sin nada y al desnudo.

Nunca te arrepentirás.

Silencios callados,

que ocultáis tesoros

ni vistos ni oídos

con los sentidos.

Alcoy/2/II/2020