Lecturas refrescantes para jóvenes en tiempo de verano.
Por José Miguel Burgui (Salesiano de Don Bosco).
Érase que se eran dos jóvenes que siempre estaban muy enfadados y cada vez que se veían discutían fuertemente para ver quién tenía la razón, llegaron a tan alto nivel las discusiones y rabietas que un día fueron a los puños. Un tercer amigo que pasaba por casualidad por allí vio la escena, se acercó a ellos y logró separarlos.
Los tres eran creyentes y este tercer amigo pregunta primero a uno y luego al otro si conocían y rezaban el Padrenuestro. Su respuesta en ambos casos fue positiva; va a ser entonces cuando el amigo, el que los había separado de los golpes llamado Xavi les dice: “sentémonos en ese banco del paseo, el uno a mi derecha y el otro a mi izquierda, yo en medio, ¿vale?” y les pregunta de nuevo: “¿No os parece que ha llegado el momento en que os pongáis de acuerdo y no discutáis más y menos pegaros a puñetazo limpio como hoy?” Ambos lo afirman en positivo y Xavi, les volvió a decir, “ya que conocemos los tres el Padrenuestro, vamos a rezarlo con mucho recogimiento y con los ojos bien cerrados” Y comenzaron, con suave voz iban desgranando tal preciosa oración y al llegar al punto de “perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, Xavi elevó el tono, abrió los ojos y juntó las manos de los dos enemigos y amigos suyos y les dijo: “¿Qué esperáis?” y en el silencio y con mucha emoción por ambos lados se dieron un abrazo perdonándose todos los errores cometidos el uno con el otro.
Va a ser entonces cuando Xavi les felicita y da a cada uno un fuerte abrazo e invitándoles a un refresco en el bar cercano para celebrarlo y termina tal encuentro con un fuerte abrazo de los tres a la vez.
Moraleja
Si alguna vez rezas el Padrenuestro y te acuerdas, que alguien te debe algo o que tú le has hecho algún mal a alguien, repite ese “perdónanos nuestras ofensas como…” hasta que decidas perdonar y pedir perdón de hecho y de verdad para que eso no suceda nunca más veces, y todo gracias a esta preciosa y densa oración inventada por Jesús,
repítelo las veces que haga falta y cuando decidas que eso suceda, agradéceselo al Señor que te dio la fuerza que necesitaba tu debilidad para poder perdonar.
Cultivo una rosa blanca
en julio como en enero
para el amigo sincero
y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo,
cultivo una rosa blanca
José Martí