Lecturas refrescantes para jóvenes en tiempo de verano.
Por José Miguel Burgui (SDB).
Había una vez un hombre cuyo único pensamiento era tener oro, hacerse con todo el oro posible del mundo.
Este pensamiento era obsesivo y le roía el cerebro y el corazón.
No era capaz de pensar en otra cosa, ni de concebir ningún otro pensamiento, desear o querer ninguna otra cosa que no fuera el oro.
Cuando paseaba por las calles de la ciudad contemplando escaparates, sólo veía las joyerías o platerías. No se daba cuenta ni de la gente que pasaba, ni tenía ojos para contemplar las obras de arte, el azul del cielo o la maravilla de los jardines en primavera. Sólo ver oro, oro, oro…
Un día no pudo resistir más; entró corriendo en una joyería y empezó a llenarse los bolsillos de collares, perlas, pulseras y sortijas de oro.
Naturalmente, cuando se disponía a salir del comercio fue detenido en el acto por los vigilantes del negocio. Los policías le preguntaron:
– Pero… ¿cómo podías pensar que te ibas a salir con la tuya y escapar así por las buenas con todo el botín que llevas? La tienda estaba llena de gente y los vigilantes te estaban observando.
– ¿Posible? – dijo el hombre sorprendido – No tenía ni la más mínima idea de que había gente en la tienda. Yo sólo veía el oro.
Comentario
Para muchos la ambición, el dinero y poseer, lo valioso de las cosas lo es todo, hacen de la materia su ídolo.
Dinero, dineros, dinero, el dinero es dios, muchos
roban, matan, pierden cabeza, hacen lo que sea; buscan beneficios económicos bajo tierra, engañan, mienten. ¿Dónde queda Judas? Usan tráfico de influencias. ¿Políticos? sin moral, sin mirar a quién, cómo ni por qué; todo por la pasta. No se llevarán nada. El camino es muy equivocado. A pesar del mucho dinero son muy pobres.
¡Pobres ambiciosos, pobres locos por el dinero!