Lecturas refrescantes para jóvenes en tiempo de verano.
Por José Miguel Burgui (Salesiano de Don Bosco).
Atribuída a Esopo.
El asno veía continuamente que su señor halagaba y acariciaba mucho a una perrilla, por las fiestas que ella le hacía, dijo para sí: Si a este animal tan pequeño tanto le quiere y estima mi amo, y no menos toda su familia, cuánto más me amará si yo le hago algún servicio y alguna fiesta, pues soy mejor que esos animalejos; así podré vivir mejor y ser más estimado.
Estando el asno en verano, vio que el señor venía y que entraba en casa, y saliendo del establo, corrió hacia él, rebuznando y dando brincos y coces, echó sus manos sobre los hombros del amo, empezando a lamerle con la lengua a manera de la perrilla, de modo que además de abrumarle con su gran peso, le ensució de barro y polvo las ropas.
El señor espantado de aquellos juegos y halagos del asno llamó a los criados, los que, oyendo las voces, vinieron y dieron de palos a éste, y volviéndole al establo, lo pusieron allí bien atado.