lecturas refrescantes para jóvenes en tiempo de verano.
Por José Miguel Burgui (Salesiano de Don Bosco).
Un día descubrió Satanás el modo de divertirse.
Inventó un espejo diabólico con una propiedad mágica: en él se veía feo y mezquino todo cuanto era bueno y hermoso y, en cambio, se veía grande y reluciente todo lo que era feo y malo.
Satanás iba por todas partes con su terrible espejo. Cuanto más repugnantes eran las cosas más le gustaban.
Un día le pareció tan delicioso el espectáculo que a sus ojos le ofrecía el espejo que se desternilló de risa. Se rió tanto, tanto que el espejo se le fue de las manos y se hizo trizas, partiéndose en miles de pedazos y trocitos.
Un huracán, potente y perverso, desperdigó por todo el mundo los trozos de espejo. Algunos trozos eran más pequeños que un granito de arena y penetraron en los ojos de muchas personas. Estas personas empezaron a ver todo al revés; sólo percibían lo que era malo de manera que sólo veían maldad por todas partes.
Otros trocitos se convirtieron en cristales para lentes. Las personas que se ponían esas gafas nunca lograban ver lo que era justo ni juzgar con rectitud.
¿No os habéis encontrado acaso con hombres de esa calaña? Algunos trozos de espejo eran tan grandes que se usaron para cristales de ventana. Los pobrecillos que miraban a través de esas ventanas sólo veían gente antipática, que empleaba su tiempo en urdir el mal.
Y así fue como apareció entre las personas el pesimismo, que es una deformación de la realidad, un ver todo con sombras de maldad, juzgar siempre a las personas por el lado negativo.