Lecturas refrescantes para jóvenes en tiempo de verano. 

Por José Miguel Burgui (Salesiano de Don Bosco). 

Había en un jardín, todo él lleno de flores una rosa, era muy hermosa, su color rojo brillaba y resplandecía hasta de noche con la luna y su perfume inundaba el entorno; esta rosa, era la más bella del jardín; ella misma, así lo veía, pero las personas que pasaban por allí, no se acercaban mucho a ella, la veían de lejos y se quedaban admiradas de su color, perfume y resplandor.

Una tarde la misma rosa se preguntó ¿cuál podría ser la razón por la que no se acercaran a oler su profundo perfume y gozar del brillo de su colorido?

Llegó un día en que se dio cuenta, todo sucedía porque cerca de las raíces de su rosal, se encontraba el nicho y escondrijo de un asqueroso y repugnante sapo, al que la gente al verlo se alejaba rápidamente de tal lugar y por tanto de la misma rosa.

Indignada, se dirigió la rosa al asqueroso sapito y de dijo por lo bajo, pero con mucho genio, que, por favor se alejara de aquel lugar.

El sapo, muy obediente se retiró de allí y se fue lejos, en busca de otro escondrijo y nicho.

Varios días después, el querido sapito, con su paso cansino se aproximó en su paseo diario cerca de donde había tenido su primera guarida, cerca de la bella rosa y pudo ver que la muy bella rosa, la luciente rosa roja estaba triste y marchita y con su ronca voz, pero clara le gritó y soltó de lejos: “¿Qué te pasa bella rosita? Te veo mal, muy triste y decaída, mustia y sin brillo. ¿Qué te ocurre?”

La triste rosa, cabizbaja le contestó con su voz, también triste: “Es que desde que te fuiste, las hormigas aladas y sin alas me devoran día y noche, por eso no puedo brillar, se pasean por mis pétalos y me acarician con sus pequeños mordiscos”.

El astuto sapito le contestó: “Que sepas que cuando yo estaba a tus pies, era yo quien se comía a las hormiguitas y así te defendía del enemigo, por eso eras la más bella rosa del jardín”.

Moraleja

Sólo nos guiamos por lo que se ve, belleza o fealdad.

Despreciamos a los demás por creernos que somos mejores que ellos. Todos tenemos algo que hacer, algo que aprender de los demás o algo que enseñar.

Nadie debe despreciar a nadie, no suceda que la persona despreciada, la más fea, sea la que nos hace el bien y nosotros sin saberlo, la ignoramos y la despreciamos.

No te guíes solo por lo que ven tus ojos y no desprecies nunca a nadie.