Lecturas refrescantes para jóvenes en tiempo de verano.
Por José Miguel Burgui (Salesiano de Don Bosco).
Un ratón que vivía en la ciudad, yendo de camino, fue convidado por otro ratón, que vivía en el campo y en su guarida le dio a comer bellotas, habas y cebada y todo muy amigablemente. El ratón de la ciudad, agradecido, rogó al del campo que fuese con él a la ciudad a divertirse, a lo que condescendió éste.
Hallándose ambos en la ciudad, entraron en la rica despensa del palacio donde vivía el ratón ciudadano, aquella vivienda estaba llena de toda clase de alimentos buenos y apetecibles; y mostrando todo esto el ratón de la ciudad al otro, le dijo: Amigo, come lo que gustes, pues tengo en abundancia.
Mientras estaban comiendo alegremente, vino de improviso el despensero y abrió la puerta con gran estruendo. Al oír el ruido, huyeron espantados los ratones, cada uno por su parte.
El ratón que habitaba aquella casa conocía muchos lugares para esconderse, y enseguida se puso a salvo; pero el forastero no sabía cómo escapar.
Por suerte enseguida marchó el despensero, y cuando cerró la puerta, los ratones volvieron a salir.
– Ven acá y comamos, ya ves cuántos manjares tenemos -dijo el ratón de la ciudad.
– Sí, está todo muy bueno, respondió el ratón del campo, pero ¿este peligro, es aquí muy frecuente?
– Sí, contestó el otro, esto sucede a cada instante; y por lo tanto es necesario acostumbrarse.
– ¡Oh! – dijo el ratón forastero. ¡Con que esto es diario! Seguro que vives aquí en la opulencia; pero, sin embargo, quiero más mi pobreza con tranquilidad que tales sustos y sobresaltos en tu riqueza, opulencia y bienestar.