Lecturas refrescantes para jóvenes en tiempo de verano. 

Por José Miguel Burgui (SDB). 

A diario tenemos milagros y no los percibimos ni nos paramos a contemplarlos, buscamos y queremos milagros que sean espectáculo, que sean de aplauso y admiración.

Veamos esta pequeña historia de tres personas que se encontraron al azar, al caminar en medio del campo. ¿Quiénes eran?

Un señor muy mayor acompañado por un joven discípulo al que a diario le daba lecciones, ya que este señor Xavi fue maestro toda su vida, de ahí que siga ayudando a algún alumno para recuperar alguna asignatura suspendida o para ayudarle en su carrera, en la emprendida o a emprender.

El joven Nico tiene dieciocho añitos, quiere entrar en la universidad y su deseo es llegar bien preparado para poderse licenciar en letras y el tercer personaje es Paco, también bastante joven, de unos 35 años. Al encontrarse Xavi y Nico con este tercer señor se saludan y sin más comienzan un rico e intenso diálogo.

Va a ser Paco el que comienza y abre el diálogo ya que ha oído decir a mucha gente que este exprofesor Xavi es muy sabio y muy buena persona, es como un santo e incluso se le atribuyen milagros y va directamente al grano, le pide que haga un milagro y Xavi le responde que eso solo lo hacen los santos y por supuesto con la fuerza de Dios. Paco insiste y le dice que él tiene esa fuerza de Dios y quiere ver un milagro en directo.

Xavi quiere que Paco abra los ojos y le dice que mire al sol ponerse en el horizonte y directamente le comunica y dice que ahí tiene un verdadero milagro. “¿Lo ves? El cielo está lleno de colorido rosa, ¿Qué pintor lo ha pintado? Y esto sucede a diario, nace el sol, da vida a plantas, animales y humanos y a la tarde se oculta y se despide con estos bellos tonos que contemplas. Este es el milagro diario de la luz”.

Paco lo reafirma y está de acuerdo, pero insiste que él desea y quiere ver un verdadero milagro de sus manos, quiere y así le pide que brote agua, como si fuera una fuente, a la orilla del camino. Xavi le responde de nuevo haciéndole la pregunta de si tiene algún hijo, a lo que Paco le comunica que hace solo cuatro días su mujer dio a luz al peque Narciso, de nuevo Xavi le comunica y dice si quiere ver un milagro mayor que éste.

Va a ser Paco el que ahora eleve el tono de voz algo enfadado y le comunica que no entiende lo que él le pide.

Los tres caminantes ven en este momento a un conejito a la orilla del camino, amagado junto a una piedra, no huye ya que observan que está herido en una de sus cuatro patitas.

Paco, algo decepcionado, abandona a Xavi y a su discípulo, se da media vuelta y se marcha algo enfadado murmurando por lo bajo y diciendo que la fama de este exprofesor era falsa, ya que lo ha experimentado.

Paco ya lejano y no presente, Xavi tomó el conejito en sus manos, le acarició, sopló sobre él y lo dejó de nuevo, pero en medio del camino y al instante emprendió la carrera, se vio que la patita rota se había arreglado. Va a ser ahora cuando el alumno Nico intervino sorprendido y le dijo a su maestro: “Maestro, casi todos los días te vi hacer milagros y ahora otro, pero ¿Por qué no lo hiciste delante de nuestro acompañante Paco cuando te lo pedía e insistía y lo has hecho ahora que él no está y no lo ha podido ver?”

El maestro responde a su alumno y apreciado Nico: “Lo que buscaba y deseaba este señor no era un milagro, quería ver un espectáculo; lo demostró cuando le expliqué el milagro del sol, al nacimiento de su hijo y así podría haberle mostrado muchos más de la misma naturaleza, como el de las flores silvestres que nos están saludando al caminar, margaritas, aliagas, lirios, hierbas olorosas como el tomillo, la lavanda, el espliego y más, tampoco lo admitiría como milagros y lo son, por eso no quise darle el espectáculo que es lo único que el deseaba; apreciado Nico, a diario tenemos milagros y no los percibimos; abre tus ojos y el corazón y dale gracias al pintor, al artista y creador de cuanto ves y existe”.

El alumno Nico soltó en voz alta para que le oyera su maestro: “Gracias, apreciado Xavi por esta gran lección que me has dado y te ruego que nos sentemos en esa gran piedra de la orilla y que me sigas escuchando”.

El maestro Xavi fue obediente con su alumno y ambos se sentaron. Su alumno le insistió cuando estaban sentados que cerrara los ojos y que abriera su mente, que ya sabía que la tenía y bien viva y que hiciera lo mismo con su corazón y que le siguiera escuchando en medio del gran silencio de la naturaleza, Nico soltó cuanto sigue: ”Gracias artista Dios por cuanto a diario nos das. No tengo palabras, Señor para expresarlo, solo me sale del alma un cariñoso gracias, gracias”. Y calló, a lo que el maestro siguió la oración al Señor en ese mismo tono de gratitud, terminada, se levantó y le dio a su apreciado alumno un fuerte abrazo.

Como el sol ya estaba casi oculto, se ve a la luna que se despierta y retornan a la ciudad dejando una buena huella en el camino y la gran lección aprendida por el alumno Nico.