Lecturas refrescantes para jóvenes en tiempo de verano. 

Por José Miguel Burgui (SDB). 

Un joven viajaba en un largo recorrido de tren y junto a él iba un señor, elegantemente vestido.

El joven sacó un libro y se puso a leer, mientras el adulto iba tecleando su móvil.

Llegó un momento en que entablaron una curiosa e interesante conversación.

El señor le preguntó al joven qué leía con tanto interés y el joven le respondió: Es la historia de una persona que estaba muy lejos de Dios, no creía, llega a cambiar y se bautiza como cristiano.

-Pero tú, ¿crees en esas cosas?

-Naturalmente que creo, yo fui bautizado y me dirijo con cariño a Dios en la oración, aunque no lo vea, pero sé que Él está.

-Pero ¿Qué Dios ni gaitas? Yo he estudiado mucho y nunca encontré a ese que tu dices que es Dios.

-Apreciado señor, prosiguió el joven, ¿quiere decir que no lo ha buscado ni ha querido ni deseado dar con Él?

Basta abrir los ojos y ver en la naturaleza algo inexplicable, cada flor y muchas que son muy distintas y muy bellas, cada arbusto, árbol o planta; no digamos si contemplamos los animales sean aves, domésticos o salvajes, y sucede lo mismo en nosotros, los humanos y si miramos al cielo, el sol, luna, estrellas, constelaciones, astros…Cada uno de estos seres manifiesta a un inventor, a un artista, a un pintor, a un creador, ponen de manifiesto la sabiduría y el poder de un ser oculto al que llamamos Dios.

El señor le corta y le dice: Querido jovenzano, ¿crees que me vas a dar lecciones a mí, científico de toda la vida? tú eres todavía un chiquillo, cuando seas mayor aprenderás las leyes que rigen el mundo, todo tiene su explicación, su razón de ser, yo solo creo lo que veo. Lo que tú crees carece de fundamento, es un absurdo, vives en la ignorancia.

El muchacho le replicó con mucha modestia: perdone señor, ¿ha visto alguna vez su inteligencia?

-No, eso es imposible.

-Entonces está claro, Ud. debe reconocer que no la tiene.

-Mira, dejémoslo y quédate con tus mentiras que yo sigo el verdadero camino.

-Gracias por atenderme y confío que agún día se pare, se mire por dentro, calle y vea lo que nunca vio, así observará que tiene inteligencia.

Y el joven siguió leyendo y el científico tecleando.

Lo que leyó a continuación decía algo así, reafirmando su postura de creer a pesar de no ver.

+++

Iba un exporador viajando por un inmenso desierto. ¿Nadie puede saber con certeza si Dios existe? Al ver unas huellas en la arena, y que el viento todavía no las haya borrado, se sabe que alguien pasó por allí.

Al ver la belleza de una puesta de sol, también en el desierto, una gran esfera roja, los rayos que atraviesan blancas nubes; al ver que se esconde y aparece la límpida y clara luna junto con muchas estrellitas que tintinean, todo ello son huellas. ¿Quién ha pasado, quien está pasando y no lo veo? A pesar de no verlo, es Dios que deja esas huellas.

+++

Y así, de nuevo reafirmó más la postura el jovenzano inexperto, la del chiquillo que cuando crezca aprenderá y verá más huelas sin ver al que las dejó.